jueves, 18 de marzo de 2010

"Mi casa y yo"

Desde su casa se accedía a una explanada de verdes valles, como todas las mañanas, su primera tarea era cuidar de sus animales, no había día que no velase por ellos. Desde que el gallo cantaba al alba, su única tarea era el cuidado de sus tierras, y de su granja. Tanta era la devoción que tenía por sus cosas que nunca había ido a una fiesta del pueblo, porque como decía: - Los animales no saben de fiestas, sólo de alimentarse.
Así pasaban los años y Fermín seguía atareado en sus labores, pero  una mañana de marzo tuvo una visita inesperada. No podía creer que es lo que sus cansados ojos veían, acercándose a la cancela de su hogar, llegaba una muchacha joven, de buen ver, y con un chiquillo en brazos. Fermín se preguntaba, que persona era capaz de interesarse por él, a demás del médico y del párroco. En esos pensamientos estaba, cuando sin darse cuenta, la chica le sonrió y le saludó.
Fermín no sabía ni que decir, como pudo dejó a un lado la gran cesta de manzanas, se pasó las manos por el pantalón, y se dirigió con voz tenue a la muchacha:-buenos días, ¿que es lo que se te ofrece?, la chica le sonrió pero esta vez añadió una risita que a Fermín no agradó. -He venido a contarte algo importante, respondió; pero este no es un buen lugar para que oigas lo que vengo a decirte.
Fermín, algo curioso, y bastante alarmado, la invitó a entrar en su hogar...

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Los valles siempre verdes

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