Y al otro lado del río descansaba, la noche había sido muy larga, sin dejar de andar cruzó fronteras, montañas, y pueblos, hasta llegar a su villa.
Al pie de su casa tenía su huerta, sus animales, y todos los vecinos no paraban de agasajarle. El tiempo había transcurrido lentamente en la villa, pero para él no. Todos sus recuerdos se habían esfumado, ya no recordaba como era cuando salió de su pequeño pueblecito para apoyar al Rey en su lucha contra los infieles.