lunes, 15 de marzo de 2010

De lejos llegaron


... Hoy, Castro de Coaña

Hace bastante tiempo
... cuando las raices de nuestros antepasados todavía no se habían entremezclado con otras culturas, la gente sobrevivía, su única defensa era el muro que protegía el poblado, unas cuantas flechas, arcos, hachas rudimentarias, algunas que otras lanzas, y poco más. 
Su preocupación era poderse alimentar y no entrar en conflicto con los poblados de alrededor.
Pero llegó una mañana gélida de diciembre, distinta a las demás, se oían sonidos sordos de metales, un rugido ensordecedor tras las montañas parecía aproximarse... 
No tardaron en comprobar que algo estaba pasando... a lo lejos vieron toda una gran hilera de hombres, con extrañas vestimentas, que se eproximaban a paso firme y sin descanso. 

El rey del poblado ordenó que las tropas se armaran, sabían que aquello no traería buenas consecuencias.
Las mujeres y los niños corrían a esconderse, los hombres se unieron junto al fuego de Lug para consultar las runas, éstas daban la señal de sangre, sangre por doquier. 
Se dispusieron a luchar por sus gentes, a luchar por sus tierras... pero los hombres que les esperaban tras el muro no se lo iban a poner fácil.
...Todo ácabó muy deprisa, ellos contaban con fuertes espadas, y escudos que repelían cualquier intento de agresión, los invasores no tardaron en matarlos a casi todos, sólo respetaron la vida de los viejos y del rey,  a estos les fueron amputadas sus manos; otros no tuvieron mejor suerte, fueron apresados y hechos esclavos.
Para que vivir, si nunca  podrían ser usadas sus manos, para que vivir si nunca podrían estar ya con sus familias. 
El enemigo entró como una fría ráfaga de viento, congelando todo a su paso, y arrasándolo todo.
De aquellas historias lejanas en el tiempo, nos queda esa imagen de ese poblado que fue uno de los mejores protegidos, pero que contra los invasores de Roma, nada se pudo hacer. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los valles siempre verdes

Los valles siempre verdes